jueves, 8 de enero de 2009

Carnaval románico

El año nuevo llegó y los Reyes se marcharon. La yerma tierra continuará su letargo hasta la llegada de los primeros brotes primaverales, y la monótona mesura, de días cortos y noches largas, se impondrá sobre el común de los humanos. Quizá esta afirmación, vista con los ojos de hoy, sea harto exagerada. Sin embargo, una extrapolación temporal ocho siglos atrás la pueda cargar de un mayor significado. Cabe suponer que, durante el Medioevo, estos meses “muertos” entre el solsticio invernal y el equinoccio de primavera debían de ser de extrema dureza y pesada languidez.

Sin embargo, había un breve espacio temporal de tregua previo al ayuno, la penitencia y la moderación cuaresmal. Antes de la reflexión y el reposo, de la “ablución” del cuerpo y el espíritu, existían ciertos días en los que se alzaba la veda de lo que durante el resto del año se consideraba inaceptable o pecaminoso. Eran los días de Carnestolendas, aunque también hemos de tener en cuenta las mascaradas de las calendas de Enero.

Músico y acróbata, canecillos de la iglesia de Sta. Marta,
Sta. Marta del Cerro (Segovia)


En nuestro románico peninsular conservamos gran cantidad de elementos claramente vinculables con lo que hoy conocemos como carnaval. Disfraces, saltimbanquis, músicos y danzarines, es decir, todo un submundo moral despreciado por la Iglesia, se da cita en multitud templos, siendo el lugar preferido, por razones evidentes (fuera de la iglesia, lejos de la vista), los canecillos de los aleros. ¿Son parte de un moralizante programa o quizá responden a ciertas licencias del genio creador? Este es otro debate, de gran interés, y abierto a comentario. Ahí queda.

Disfraz de vaca y otras escenas,
canecillos del ábside de la iglesia parroquial de Huidobro (Burgos)


En cuanto a la descripción de las escenas esculpidas no puedo ofrecer sino unas pocas pinceladas, pues la cantidad de ejemplos y la multiplicidad de variantes las hacen realmente inabarcables en un texto de estas características.

¿Híbrido, monstruo o disfraz? Los personajes disfrazados, como es de suponer, son a menudo muy difíciles de detectar. Los disfraces de ciervo (quizá procedentes de una reinterpretación burlesca de la divinidad celta Cernunnos) o vaca, presentes en canecillos como el de S. Miguel en Fuentidueña (Segovia) y la ruinosa parroquial de Huidobro (Burgos). Existe, además, una frecuente vinculación de la idea de lo festivo con actitudes y gestos de carácter burlesco, grotesco o sexual.

Disfraz de ciervo, escena de fornicación y "vaca burlona",
canecillos de iglesia de S. Miguel, Fuentidueña (Segovia)


En cualquier caso, la metamorfosis operada al calor de estas mascaradas fue entendida por la Iglesia como un hecho supersticioso. Autores como Cesáreo de Arlés (quizá pseudo S. Agustín) e Isidoro de Sevilla tacharon estas celebraciones de diabólicas, desordenadas y viciosas, si bien esa condena ya existía en la Península Ibérica en tiempos hispano-visigodos, pues el rey Égica, en el XVI Concilio de Toledo (693), clama por la necesidad de erradicar estas prácticas idolátricas y supersticiosas. ¡Vicio, mucho vicio!

Disfraz de ciervo, máscaras monstruosas y muecas burlonas,
iglesia de S. Andrés, Pecharromán (Segovia)

10 comentarios:

Unknown dijo...

Sugerente tema que siempre ha llamado mi atención. Y en ese contexto algo tengo, por ahí, opinado y escrito.

Soy de la opinión que, a diferencia de las fiestas oficiales de la Edad Media, que tenían por finalidad la consagración legitimadora del desigual "status quo" ( cada personaje es representado con su rango y lugar reservado a su jerarquía), el Carnaval románico no es sino el triunfo de la liberación transitoria; la abolición, siquiera provisional, de relaciones jerárquicas, privilegios, reglas inmutables, valores y tabúes políticos y religiosos que se opone a toda reglamentación y aspira a un porvenir incompleto, donde el individuo intenta establecer relaciones, verdaderamente humanas, con sus semejantes. La alienación desaparecía provisionalmente y el hombre se siente ser humano entre sus semejantes. Y nace el sentimiento popular con tal fuerza, que incluso el poder político no tiene más remedio que legalizarlo y el eclesiástico, concederle un sitio aunque sea en los exteriores de canecillos y metopas, pues,es, ni más ni menos, que la segunda vida del pueblo, su vida festiva, una concreta forma de vida sin frontera espacial donde la risa es el grito de la Libertad.

Mas no cabe confundirse, pues no toda representación grotesca o erótica puede ser considerada como exponente carnavalesco, ni siquiera de la fertilidad, el amor o la sexualidad procreadora con fines bélicos o recaudatorios. Ni mucho menos admonición del pecado de la carne, pues ¿ cómo si no se puede concebir su representación en algún ábside, lugar sagrado por excelencia?.

Otros motivos, también son posibles.

Salud y románico

ArtuROM dijo...

Tan enriquecedor como siempre, amigo Syr.

Si te soy sincero, en mi caso es la primera vez que se me ocurre escribir algo sobre este tema, y la verdad es que quizá ha sido demasiado aventurado por mi parte el lanzarme al vacío de este modo, jeje. Pero, ¿qué mejor forma de aprender? A veces lanzar la piedra un poco "a tontas y a locas" da buenos resultados, sobre todo cuando hay fieles e ilustrados lectores que aportan sus conocimientos.

Eso sí, ahora que pienso lo que nos comentas, este Carnaval medieval podría venir a ser algo parecido a lo que cantaba J. M. Serrat es su célebre "Fiesta" (aunque él se refiera a las hogueras de S. Juan):

[...]

Apurad
que allí os espero
si queréis venir,
pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.

Vamos subiendo la cuesta
que arriba mi calle
se vistió de fiesta.

Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.

[...] etc, etc...

Sin duda esa fugaz ruptura de las complejas relaciones jerarquizadas que regían la vida del hombre medieval debía suponer algo excepcional, y máxime en un contexto en el que quizá la única esperanza igualatoria era la muerte. ¡No me extraña que lo festejaran de este modo!

Mil gracias ;)

Pilar Moreno Wallace dijo...

Verdaderamente interesante; despierta la curiosidad por saber más de este tema.

Unknown dijo...

Esa fugaz ruptura de las complejas relaciones jerarquizadas medievales, no es sino un claro ejemplo de inversión del orden "normal" como ya ocurriera con las Saturnales romanas, en donde, por unos días, los esclavos mandaban y los amos les servían.

En esos días, efectivamente Arturo y Pilar, el noble y el villano se dan la mano, pero SOLO ESOS DIAS. Y hago hincapié en el detalle de su concreción para apuntar el hecho de que al reservar expresamente una época para permitir la inversión del orden ( el mundo al revés), el stablissment no es que permitiera la igualdad, sino normalizaba el desorden mismo, regulándolo, para integrarlo en "su" orden legítimo, facilitando de este modo una espíta que aliviara tensiones y previniera revueltas sociales.

Cada uno podrá, en esos días, elegir su máscara, ser como es pero que ha de disimular, pero en acabando el día, " ya no habrá luces blancas, rojas y amarillas y habrá que subir la cuesta, pues arriba en "MI" calle ¡ se acabó la Fiesta¡".

Salud y románico

Anónimo dijo...

Uy, me encanta este tema, porque se asocia mucho con el estudio de la mayoría que, en la Edad Media, curiosamente es la que menos se conoce, jejeje.
El Carnaval, siguiendo con la idea, durante unos días, supone una válvula de escape y de liberación social para el común de los mortales, pero que no hace más que legitimar el orden social establecido. El noble permite la distracción durante unos días para evitar tensiones permitiendo que se liberen éstas, para luego volver a la normalidad.
Por otra parte, en algún lado he leído (si encuentro la referencia la cuelgo para quien le interese, porque tengo algunas referencias sobre el tema)que la disposición de motivos grotescos en canecillos o capiteles de las iglesias, por ejemplo, es una forma de marcar el límite entre la sacralidad que se encuentra en el interior, el lugar donde reside Dios (normalmente dedicado a Cristo, la Virgen, los santos) y la banalidad y la rusticidad del exterior, del mundo de los mortales.
Ains, si es que la Iglesia nunca ha sabido divertirse, jejeje. Un abrazo

ArtuROM dijo...

Gracias a los tres. La verdad es que ahora siento una curiosidad aún mucho mayor por este tema. Si supiera por dónde arrancar, seguiría escribiendo alguna entrada más sobre ello. Hasta que eso ocurra, seguiré buscando disfraces entre los canecillos...

Y ahora que digo esto, aunque no tengan un vínculo demasiado directo con este asunto, ¿qué os parecen los inquietantes mascarones que aparecen en algunos canecillos y capiteles? Algunos muestran acciones(vomitan tallos, devoran algo), pero otros aparecen sin más. Habrá que ver lo que dicen las fuentes y/o estudios, y el contexto en que aparecen. ¿Alguna idea? Este puede ser un buen tema para "chocolatear" un poco :)

Y después de todo esto, ya estoy pensando de qué disfrazarme... ¿Alguna sugerencia? Se admiten sugerencias, aunque el disfraz ciervo no termina de convencerme, no sé por qué, jeje.

Anónimo dijo...

Pues, como tú dices, Arturo, los mascarones tienen una significación u otra en función de la iglesia donde estén. Pero yo creo que se asocian al mal, al Demonio, que se encuentra en el mundo terrenal. Ahora mismo, se me vienen a la mente los mascarones que aparecen en los canecillos de la ermita de los Mártires de Garray (Soria), que imagino que los fieles del románico conocerán. Si no, es interesante hacer una excursión a Numancia y, a la vuelta, parar a ver esta ermita, en un paraje bonito; si no, siempre queda Soria a siete kms.
Por cierto, Arturom, ya que llegan los carnavales, fecha festiva por Naturaleza, propongo un disfraz de juglar, jejeje. Un saludo

ArtuROM dijo...

¡Motivo de más para volver por tierras sorianas! Ah, y en cuanto a lo del disfraz de juglar, la idea me parece estupenda... Además, no me hacen falta demasiados empujones para disfrazarme, jajaja.

Un saludo :)

Alkaest dijo...

¡Ah, el disfraz! El truco está en el disfraz, en la máscara, nadie es quien aparenta ser... Ni siquiera, quienes son de piedra...

Salud y fraternidad.

Unknown dijo...

Y es que, como dice nuestro compradre Alkaest, la máscara, en la cultura popular, siempre ha expresado la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido único; la negación de la autoidentificación y coincidencia consigo mismo. La máscara es una expresión de las transferencias, de la metamorfosis, de la violación de las fronteras naturales; encarna el principio del juego de la vida estableciendo una relación entre la realidad y la imagen individual.

Salud y románico