sábado, 28 de junio de 2008

Y se hizo la luz

Jodra del Pinar es una pequeña aldea que apenas supera los diez habitantes perpetuos. Se llega a ella por un sinuoso carril, estrecho, serpenteante y con billete de ida y vuelta. Antaño, cuando el carril era camino, y éste era tanto o más estrecho y serpenteante que la actual capa de asfalto viejo, el viajero podía admirar un pequeño puentecillo medieval que salvaba el arroyo. Hoy de él no queda ni rastro. La carretera, sí, la carretera.

En cualquier caso, y tras dejar caer unas lágrimas en honor al medio punto desaparecido, nos recibe en Jodra la peculiar iglesia de San Juan Degollado. Ahora bien, entre mi primera visita, realizada en mis años de infancia, y la última, ya en mis años de joven universitario, me aguardaba una inesperada sorpresa. En este caso, no puedo evitar escribir esta entrada a modo de breve crónica personal.

Año 1992. Recuerdos vagos de infancia. Un hombre enamorado del arte: mi padre. Con él, un niño que flirteaba con el románico: yo. Ambos juntos, en busca de hacer palpable lo admirado únicamente en fotografías. He de admitir que flojea mi memoria... Un pórtico tapiado para evitar la nieve y el frío invernal lo ocultaba todo. Metros de maleza. Y una de las dos campanas se acababa de caer el día antes...

Iglesia de S. Juan Degollado antes de la restauración, Jodra del Pinar (Guadalajara)

Año 2007. Antes de llegar volví a sentir el escalofrío por el puente que ya no estaba, y por el miedo a que lo que aún pude ver de niño ahora hubiese quedado reducido a ruinas. Pero, sorprendentemente, la misma campana que vi desplomada estaba de nuevo en el vano izquierdo de la espadaña. La maleza ya no estaba. Y de pronto, sentí que la iglesia de Jodra me miraba frente a frente por primera vez, pues la descarnada mampostería que cubría los vanos del pórtico había desaparecido para siempre.

Pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Paré frente a la iglesia. Con mis ojos ya adultos pude observar las seis parejas de toscos capiteles vegetales, algunos de ellos fácilmente vinculables a los del pórtico de la vecina iglesia de Sauca, y los doce fustes resucitados a la luz junto con sus doce correspondientes basas. Mientras, y ante tanta materia que sumaba seis, o tal vez doce, mi mente también adulta, no dejaba de reflexionar paralelamente sobre el mismísimo simbolismo de lo impar, y en concreto, del número cinco. La suma, el símbolo, la cifra... Eran otros ojos, los suyos y los míos, pero la esencia estaba ahí mismo, en ella y en mí.

Portada de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Y detrás del sencillo pórtico rematado por una cornisa de canecillos de proa de nave aparecía un nuevo elemento, antes oculto: la portada, de extrema sencillez, pero capaz de dar paso de lo humano a lo divino tras sus ¡seis! capiteles lisos, únicamente decorados con una pequeña bola cada uno. Seis. La cifra, el número...

Pareja de capiteles del pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)

La puerta estaba cerrada, y en el pueblo no había nadie para poder abrirme en ese momento. Por ello volví de nuevo al interior del pórtico para, descansado, poder observar de nuevo la luminosa galería esta vez desde dentro. Pero... ¡maldición! ¡Faltaba un fuste interior! Donde había doce, ahora había once. De nuevo el símbolo, la cifra, lo impar...